Cambia el número del año. Pero, nada cambia a pesar de todos los propósitos para el 2023, tan largos como la lista de compra para los días de Navidad. Se une como cada año que pasa, la frustración de no haber conseguido los propósitos para el año pasado con los nuevos para el 2023. Todo el mundo se obsesiona con prometerse hacer cambios positivos en su vida: comportamientos saludables como hacer dieta, dejar de fumar, ir al gimnasio o aprender idiomas. Todo el mundo se enfrenta al difícil reto de alcanzar sus objetivos, nos replanteamos cambiar o empezar de nuevo, modificar cosas que se convierten algunas en imposible. Porque, no hay nada permanente, excepto el cambio, todo cambia a pesar de nuestros deseos.
Comienza el año 2023, pero nada cambia. Nos marcamos objetivos cada vez más ambiciosos, para eso tendremos que esforzarnos para alcanzarlos, pero muchas veces nuestras expectativas son poco razonables o cumplirlas no dependen de nosotros. Sin embargo hay pequeños objetivos que alcanzarlos nos transmite confianza, seguridad, ánimos y motivación para seguir adelante, según los vamos alcanzando con superación continua y capacidad de adaptación al cambio. Y, si no los conseguimos solo nos queda la resiliencia, esa capacidad para recuperarnos frente a la adversidad y salir reforzados ante estas situaciones. Lo que nos obliga a hacernos más fuertes a fuerza de adversidades, pandemias, crisis mundiales y adaptarnos al cambio lleno de incertidumbres.
Acabó el 2022 con guerras, con emergencias naturales, con conflictos sociales, con pobreza endémica, con hambre, con migraciones, con diferencias sociales, con cambios climáticos, con el aumento de la inflación, con la amenaza inminente de una recesión mundial, con el aumento de enfermedades infecciosas, con la falta de salud y educación pública para todos, con la desigualdad entre hombres y mujeres, con asesinatos machistas, con falta de asistencia humanitaria, con falta de derechos a los más necesitados… Nada cambia, todo sigue igual, año tras año. Las diferencias aumentan entre países ricos y pobres, pero también en los países desarrollados se están creando bolsas de pobreza, de exclusión, de desempleo, de trabajos esporádicos y precarios, de personas que subsisten gracias a comedores sociales y bancos de alimentos, de mayores diferencias entre ricos y pobres, de trabajadores que aún teniendo trabajo son pobres, de personas que pierden sus casas o simplemente no las tienen, de falta de recursos sociales, de inflación constante, de inseguridad alimentaria y energética… Con un ascensor social que no funciona, que convierte la pobreza en hereditaria, con inequidad de renta y de riqueza, con falta igualdad de oportunidades, donde muchos ciudadanos viven bajo el umbral de la pobreza o la exclusión social.
Todos los buenos propósitos del inicio del año, chocan con los intereses de unos pocos que tienen en sus manos el poder y la riqueza. La brecha entre los que tienen más y los que tienen menos, una desigualdad en la distribución de renta y de riqueza. Solo basta con leer el informe sobre el Panorama Humanitario Global 2023 presentado por la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, para darse cuenta de que los propósitos son mentiras incumplidas año tras año. Un mundo cada vez más desigual, donde cada vez hay más ricos, pero, también, más pobres. El crecimiento económico por sí mismo no es suficiente para cerrar esta brecha, el capitalismo ha convertido a esta sociedad en vulnerable y en manos de un consumismo que les hace dependientes. Nada cambia el 2023. Parece que a nadie le interesa cambiar los mecanismos existentes de este neoliberalismo que enriquece a unos pocos, gracias a la desgracia de otros muchos. ¿Para qué cuernos cambiamos de año, para que todo siga igual o peor?