Ser migrante somos todos/as. Las migraciones son un proceso natural en todos los seres vivos y por tanto también en los seres humanos. Ser migrante lo hemos podido ser, lo somos o lo seremos. A lo mejor hemos tenido que dejar nuestro país, para buscar un trabajo, para estudiar… Lo fueron también nuestros abuelos y abuelas, lo pueden ser nuestros hijos y nuestros nietos. La migración es una realidad en la vida de todos nosotros y nosotras y por supuesto de millones de personas que se ven obligados a desplazarse en busca de trabajo u oportunidades económicas, para escapar de conflictos, de persecuciones, del terrorismo, de violaciones o abusos de los derechos humanos.
Al igual que todos somos migrantes, todos «somos siempre inocentes hasta que se demuestre lo contrario» (Derecho Humano nº11). Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público, en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa. Ser migrante, no es sinónimo de ser delincuente. Las personas inmigrantes no vienen a España a robar, a violar y a matar, vienen a subsistir. Basta ya de bulos y de odio diciendo que la mayoría de delincuentes son de nacionalidad extranjera y que hay nacionalidades más proclives a delinquir que otras. Simplemente hay personas concretas que no respetan la Ley, sean españolas o extranjeras.
Generalizar siempre es equivocarse, pero cuando tendenciosamente se señala a los migrantes como culpables, sin pruebas, simplemente con bulos en las redes sociales que buscan sembrar el odio. Como en el caso del asesinato de Mateo, un niño de 11 años, a manos de un encapuchado en el campo de fútbol de la localidad toledana de Mocejón el 18 de agosto. Lo más lamentable es que no se respete el dolor de una familia que ha perdido un niño de 11 años, haciendo un discurso de odio racista, especulando sin pruebas acerca del origen y la edad del atacante, que era «magrebí», que tenía «16 años» y que vivía en un hotel de Mocejón que acoge a «inmigrantes ilegales». La tragedia continua en la frontera sur de Europa y de nuestro país, en la configuración de las fronteras como espacios donde la protección de los derechos humanos no está garantizada y en la falta de derechos dentro de nuestra sociedad. Inmigración y delincuencia, son dos realidades más relacionadas por ciertos medios de la caverna mediática y de partidos de derecha, que por la realidad que ofrecen los datos.
El supuesto y confeso culpable no es magrebí, no es de nacionalidad extranjera, un español de 20 años vecino del pueblo. Aunque, poco importa, porque el daño ya está hecho. La ultraderecha una vez más a través de infamias que distorsionan la realidad y envenenan la convivencia, buscando que estalle la violencia contra los inmigrantes. Migrante somos todos/as y el migrante es tan inocente cualquier persona hasta que se demuestre lo contrario. Los que no son inocentes son los 700.000 seguidores en Telegram de Se Acabó la Fiesta (SALF), y otros muchos de la derecha extrema que solo les importa hacer daño y extender el odio. Un asesinato siempre debería unirnos a toda la sociedad y mucho más en el caso de un niño de 11 años, en la solidaridad con la familia, en el respeto a su duelo y el deseo de justicia.