La vergüenza cambia de bando.

Un lema ha proliferado en los últimos meses en Francia: «La honte change de camp» («La vergüenza cambia de bando») palabras de Gisèle Pelicot, en referencia a las primeras palabras de la víctima cuando se abrió el juicio por ser drogada y violada por su exmarido, además de reclutar a más de 50 hombres para abusar de ella durante diez años. Hoy Dominique Pelicot ha sido sentenciado a 20 años de prisión por violación agravada y realización y distribución de imágenes de Gisèle Pelicot, y realización y distribución de imágenes sexuales de su hija mayor, Caroline. Los otros 50 acusados han recibido penas por violación entre 3 y 15 años, penas inferiores a las solicitadas por los fiscales. El tribunal ha impuesto 441 años de prisión, de los 652 solicitados.

La vergüenza cambia de bando. Pasa la vergüenza que ha estigmatizado siempre a las víctimas de la violencia sexista a sus victimarios. Abriendo un debate sobre lo que le ha pasado a Gisèle Pelicot y a tantas mujeres que sufren el machismo. No es una propuesta de sensibilización, es la voluntad de eliminar el machismo, de acabar con la cosificación de la mujer y la desigualdad. Porque la violencia que sufren las mujeres. tanto la física como la psicológica, tiene actores protagonistas, secundarios, cómplices y colaboradores necesarios. Es un problema de toda la sociedad. ¿ Por qué un marido droga a su mujer para violarla ? ¿ Por qué más de 50 hombres se ofrecen a violar a una mujer ? Estamos hablando de supuestos padres de familias, de ciudadanos «normales» y del silencio de personas que lo sabían y no lo denunciaron.

Hemos de romper con los modelos hegemónicos de género, saltándose la defensa de los Derechos Humanos, la ética y la moral. ¿ Cuántas Gisèle Pericot estarán sufriendo violencia de género, y lo desconocemos ? Todo pasa por una actitud vital de empoderamiento y de exigencia de respeto por parte de la mujeres, pero también de respeto, por parte de los hombres. La vergüenza cambia de bando, a todos esos hombres que se apoyan en la violencia machista, tanto los que agreden como los que son cómplices de la violencia por su pasividad, por su falta de reacción y acción para garantizar la igualdad entre mujeres y hombres.

El juicio de Gisèle Pelicot ha sido el ejemplo de la valentía de una mujer frente a sus agresores, las repercusiones legales de sus acciones hubieran podido ser superiores, pero lo importante es que la sociedad deslegitime y rechace la violencia contra otro ser humano. Que los hombre se den cuenta del horror de la cultura de la violación. La cárcel no resolverá el problema, es cuestión de educación, de sensibilización de los hombres, de igualdad. La vergüenza cambia de bando, aunque estoy seguro que ninguno de los acusados, conocen y saben lo que es.

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