¡A la mierda!

Yolanda Díaz, ha lanzado un «a la mierda» contra las «mentiras» y los «insultos» de PP y Vox, durante un mitin electoral de Sumar para las elecciones europeas del próximo 9 de junio. El comentario “¡a la mierda!” , lo dijo también el pasado miércoles 29 de mayo, en una sesión de control del Congreso de los Diputados, al final de una intervención de Pedro Sánchez en la que se dirigía al líder de Partido Popular, Alberto Núñez-Feijóo. No sé si ha sido una expresión de ánimo al jefe del Ejecutivo ante su intervención o simplemente enviar a la mierda a la bancada popular. La mierda es una de las protagonistas del insulto en el idioma español: a la mierda, me cago en…, son expresiones muy socorridas para echar mierda a alguien, para mandarlo a la mierda o simplemente para querer insultar.

Dentro de la formalidad del lenguaje están esas palabras estigmatizadas, los llamados tacos, insultos, palabrotas o frases y expresiones malsonantes. Palabras como ¡joder!, ¡coño!, ¡mierda!, ¡hostia!, ¡cabrón¡, etcétera, pertenecen a nuestro diccionario personal, nos sirven para expresar enfado, sorpresa, protesta, queja, que pueden ser  menos o más agresivas con un simple proceso de enfatización. Está claro que el uso indiscriminado de estas expresiones es querer acercarse a cierto grupo social que así habla, pero también una falta de recursos expresivos del lenguaje, aparte de ser una señal de mala educación y que pueden resultar ofensivos. Y, que no es lo mismo un taco pronunciado en un ambiente distendido que en el Congreso de los Diputados. La utilización de tacos, puede admitirse en todo caso como expresión, pero nunca dirigido a otra persona con ánimo de ofensa.

En el debate político lo que tiene que ser objeto de crítica es la idea, la actuación política, nunca las personas. Aunque, la clase política española sin excepción, diestra y siniestra, han degenerado en lanzarse dardos, puyas, insultos más o menos ordinarios para defender sus intereses, creando en la ciudadanía una apariencia de división, de discrepancia y de rivalidad. Está claro que se ha perdido las más elementales normas del respeto, ética y decoro; donde todo sirve para aplastar al enemigo. El insulto es intolerable, no es un objeto de crítica en sí, ni es ni siquiera parte de la libertad de expresión. La falta de respeto se ha convertido en una costumbre, que no es razonable por la clase política, ni es admisible a todas esas personas que pitan, insultan y faltan al respeto a las autoridades elegidas democráticamente. Porque todos lo que piensan que el patriotismo es agitar banderas y agredir verbal o físicamente a las autoridades de un Estado democrático, están evocando tiempos pasados, que no hace falta que vengan.

Permítanme mandar a la mierda, a todos esos intransigentes, negacionistas, populistas e incluso fascistas, que están convirtiendo a la política en algo en contra de la democracia y sus instituciones. Como forma de decir: ¡basta, ya¡  De manera asertiva, expresando mi opinión de manera firme, respetando tanto las ideas del otro como las propias. Como lo fue el histórico «A la mierda», en marzo de 2003, de Juan Antonio Labordeta. Un momento en que se rompió la cortesía parlamentaria, por unas palabras de indignación. Ahora, más que nunca es necesario recordar el Canto a la Libertad, de Juan Antonio Labordeta:

Habrá un día, en que todos, al levantar la vista, veremos una tierra, que ponga libertad. Haremos el camino, en un mismo trazado, uniendo nuestros hombros, para así levantar, a aquellos que cayeron, gritando libertad. 

 

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