La idea de resignificar el pasado, es encontrar nuevos significados o sentidos, como por ejemplo al mausoleo fascista del Valle de los Caídos, en el municipio de San Lorenzo de El Escorial, en la Comunidad de Madrid. Nunca será un lugar de reconciliación, ni convirtiéndose en un museo de la memoria ni en un cementerio civil. La solución más radical sería derruirlo, porque es el último reducto del fascismo, donde se pueden reunir, reivindicar, soñar, homenajear y celebrar una misa por sus ídolos fascistas. Pero, como solución a no derribarlo, es necesario desacralizar el lugar, quitar la cruz (la mayor del mundo), cambiar el nombre de Valle de los Caídos y convertirlo en un lugar de memoria histórica.
El monumento nacional a la Guerra Civil, no puede ser este Valle de los Caídos, tan intolerante y tan poco democrático . No podemos negar la verdad de nuestra historia, ni ponernos una venda en los ojos, como significó la Transición española. Es momento de reivindicar la Memoria Histórica y no aceptar esa amnesia generalizada que nos vendieron para tener paz, democracia y una monarquía. Es hora de perder ese miedo,
esa complacencia del Estado con su pasado franquista y reconciliarse con la historia. Hay que cambiar el sentido de este mausoleo.
Resignificar el Valle de los Caídos significa llevar un proceso necesario de desacralización de todas aquellas dependencias del complejo del Valle de los Caídos dedicadas al culto religioso. Acabando con esa defensa de no exhumar a Franco por parte de la Orden benedictina, de la que depende la basílica y acabando con la potestad a la hora de decidir sobre la momia del dictador por parte de la Iglesia Católica. Esto ayudaría a reparar, también la relación de la Iglesia Católica con la dictadura franquista durante cuarenta años.