Ayer, dos mujeres porteadoras muertas en una avalancha en el paso fronterizo de El Tarajal (Ceuta). En agosto, murieron otras dos mujeres y perdemos la cuenta. Todos los días, cientos, de mujeres marroquíes de todas las edades, que cargan fardos de más de 70 kilos, de España a Marruecos por los puestos fronterizos. Mujeres que sufren a diario la violencia de quien vela las fronteras, que sufren vulneraciones de los derechos humanos y que se dedican al comercio o mejor dicho al contrabando.
Su actividad, es tolerada por ambos lados de la frontera, contribuyen al crecimiento de mafias y al sostenimiento económico de la ciudad autónoma. En los fardos de las porteadoras cabe cualquier cosa, desde ropa, comida o neumáticos. Sufren violencia, abusos, sobornos, requisamiento de mercancías por unas cantidades ínfimas que les permite subsistir a ellas y a sus familias. Mujeres que pierden su dignidad, para ser el primer motor económico de la zona tras el contrabando del hachís.
Estas mujeres porteadoras, son las víctimas de un sistema económico controlado por mafias, por explotadores, entre el país rico y el menos rico, entre los que tienen bienes que vender y los que tienen que subsistir. Mujeres que su miseria les esclaviza y les obliga a machacar sus espaldas y poner sus vidas a quedar sepultadas por una avalancha.
Por cada bulto que introducen en Marruecos, las porteadoras se sacan entre 30 y 60 dírhams, aunque si son grandes pueden cobrar hasta 10 euros, corren hasta los almacenes, cargan la mercancía, regresan a Marruecos, entregan el contrabando y se ponen de nuevo en las colas. Así cada día. Un negocio que nos debería avergonzar, que vulnera todos los derechos de estas mujeres entre vallas que dividen países y desigualdad, entre los reinos de España y Marruecos. La sociedad europea se olvida de la violación de los derechos humanos y de otro tipo de agresiones invisibilizadas de las mujeres porteadoras por ser motor de la economía en la zona fronteriza.