Recuerdo una frase de Martin Luther King: «No me estremece la maldad de los malos, sino la indiferencia de los buenos” que podría resumir la apatía vicaria que tiene esta sociedad con el pueblo palestino. Frente al genocidio de Israel contra los palestinos, el incumplimiento del derecho internacional y las leyes básicas de la guerra, hay una indiferencia social, un estado de desmotivación que nos desconecta en mayor o menor medida de lo que nos rodea, del sufrimiento o las injusticias ajenas. La indiferencia no es neutral, siempre favorece al opresor.
El 15 de febrero de 2003, fue un día en que más de 30 millones de ciudadanos en todo el mundo participaron en alguna concentración contra la inminente invasión de Irak por Estados Unidos y sus aliado con un solo grito: «No a la guerra«. Ahora, 22 años después, existe una falta de motivación, indolencia, inacción y silencio con la situación que se viven en otras zonas como Ucrania o Palestina. Existe una apatía social, una indiferencia aprendida y asumida por la mayoría de la sociedad.
Parece, que da igual los planes expansionistas de Putin en Ucrania. Y, menos aún, el genocidio en Palestina, su política de colonización, el desobedecimiento de las Resoluciones de la ONU y el derecho internacional humanitario. La sociedad lo observa en tiempo real, siendo testigos, callando, sin hacer nada. Sin manifestaciones, sin boicots. Con el incondicional apoyo económico, armamentístico y político de Estados Unidos al genocidio que perpetra Israel y la indiferencia de la mayoría de los Estados.
La sociedad está saturada de información, de imágenes de sufrimiento, de constantes llamadas a la acción por parte de instituciones humanitarias, sin embargo emerge un fenómeno silencioso: la apatía vicaria. Nos hemos dejado de cuestionar la guerra, de intentar parar la barbarie de asesinar a niños, de hacer un cerco medieval para dejar morir a la población de hambre y falta de recursos sanitarios. Parece que nadie quiera recuperar la cordura y la capacidad de desobediencia frente al armamentismo y al genocidio.
La indiferencia hacia el dolor ajeno, una apatía aprendida, una falta de empatía asumida por contagio social, donde parece que hemos dejado de sentir, de actuar o de solidarizarse. Se aprende a no sentir, a una pasividad estructural, a no hacer nada. Y no tan solo por insensibilidad propia, sino por observación y repetición del resto. Olvidando la lucha por los derechos humanos, la solidaridad internacional o la defensa de los más vulnerables. Las emociones se silencian o simplemente no se tienen, cuando la ONU alerta de que 14.000 bebés podrían morir en Gaza en las próximas 48 horas ante el bloqueo de Israel a la ayuda humanitaria.
La apatía social se convierte en una anestesia colectiva, donde la indiferencia se propaga y contagia. Las cifras de muertos, de destrucción, de imágenes inhumanas, se volatilizan en cuestión de segundos, mirando hacía otro lado, cambiando de canal o simplemente aprendiendo a sentir que no importa, justificando lo injustificable, donde la inacción es lo normal.
¿ Dónde están los activistas, los políticos, los Gobiernos, las Instituciones…? ¿ Dónde está la sociedad que no actúa, que no se resiste ? Los palestinos, niños, mujeres y hombres están siendo asesinados por el Estado de Israel, ante la indiferencia de un mundo que mira sin ver, sin actuar, sin responder a la injusticia. ¿ Para cuándo, una gran manifestación en todas las ciudades de mundo ? ¿ Cuándo el boicot total a Israel ? ¿ Cuándo el fin de ayudas económicas y armamentísticas a Israel ? ¿ Cuándo la detención y juicio a Netanyahu y todo su gobierno, como máximos responsables de la comisión de crímenes de guerra y lesa humanidad en Gaza ? El no hacer nada favorece a Israel y mancha las manos y la conciencia de todos los que son indiferentes.