Andalucismo como cultura política y de transformación.

El sentimiento andaluz debería encontrar su expresión ideológica en el andalucismo como forma de cultura política y de transformación de la sociedad, como canalización de las demandas de reconocimiento del hecho diferencial y de una deuda histórica hacía Andalucía. Un andalucismo consecuente y reivindicativo, porque andalucismo no es solo la existencia de Andalucía como «nación», es el sentimiento andaluz y la reivindicación de la sociedad andaluza. El andalucismo no se puede quedar solo en expresiones artísticas, sentimientos festivos, habilidades para vivir, costumbres religiosas y hablar en andaluz, tiene que ser un movimiento político.

En los años de la Transición española, cuando se elaboró la Constitución y se puso en funcionamiento el Estado de las Autonomías, hubo fechas como el 4 diciembre de 1977 y el 28 de febrero del 80 donde el pueblo andaluz, conectó con las reivindicaciones de “no ser menos que otros pueblos de España”. Pudo ser el inicio de una conciencia política del originario andalucismo, donde solo el Partido Andalucista, de Alejandro Rojas-Marcos y Pedro Pacheco, desde sus orígenes en la primavera de 1965, en plena clandestinidad de la dictadura franquista hasta 2015, defendieron los principios originarios de Blas Infante. Continuó la españolización y el folclorismo de Andalucía mostrándolo como una seña de identidad española, tanto desde la derecha más centralista a la izquierda del PSOE, que gobernó Andalucía desde 1978 de forma ininterrumpida hasta enero de 2019. Lo andaluz se convirtió en sinónimo de lo español.

Andalucía prosperó en esas cuatro décadas, pero nunca tuvo una conciencia política de sujeto histórico. Porque, no es suficiente con la autoestima de lo andaluz, faltó la conciencia de intereses propios como andaluces, de ese característiconacionalismo internacionalista” de Blas Infante. Donde la indolencia de la calle, la inexistencia de una burguesía y clase media progresista, como en el caso de Catalunya y Euskadi y la escasez de intelectuales que no han defendido una verdadera conciencia de clase entre los andaluces y andaluzas, ha implicado que Andalucía siga en la cola de muchas cosas.

Llegó la alternancia, la derecha y el triunfo del PP de Juanma Moreno en Andalucía en 2019, con el apoyo de Ciudadanos y Vox para ocupar la presidencia de la Junta de Andalucía y después las elecciones anticipadas del 19 de junio de 2022, donde el PP obtuvo una histórica mayoría absoluta en Andalucía, que ha aprendido a teñirla  superficialmente de andalucista con símbolos y rituales. Sigue faltando la conciencia colectiva de defender los intereses de Andalucía. Se critica el nacionalismo catalán y vasco, pero en Andalucía no existe.

En Andalucía sigue habiendo diferencia de clases, con las clases trabajadoras con un nivel de salarios inferior, con una tasa de paro y de pobreza superior a la media española, con una población agrícola envejecida, con un importante porcentaje del sector servicios, con precariedad y temporalidad, con una tasa de desempleo entre las mujeres y los jóvenes…, se vota a la derecha que no deja de ser una contradicción dialéctica. Se apuesta por el universalismo como particularidad del pueblo andaluz, pero no se toma conciencia de su identificación como pueblo, con problemas propios y con soluciones que también deben ser suyas.

El andalucismo podría ser el comienzo de la importancia del peso de Andalucía. Nos fijamos cada día en la importancia de los 7 escaños de Junts, los 7 de ERC , los 6 de EH Bildu o los 5 de EAJ-PNV, dos comunidades autónomas como Catalunya o Euskadi son determinantes en la política española, mientras que Andalucía no cuenta en ninguna votación, sin embargo Andalucía es la región más poblada de España, representando un 18 % del total de la población de España. Hoy 28 de febrero, Día de Andalucía, debería ser un día de reflexión de lo que quieren los andaluces y andaluzas: la universalidad o el andalucismo.

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