No hay pretextos para la violencia.

Siempre se ha constatado que el independentismo catalán no era violento, desde 1971, a través del lema "Libertad, amnistía y estatuto de autonomía" se supo canalizar las aspiraciones de los ciudadanos proyectando un carácter unitario: la Diada de l'Onze de Setembre. Después se cambiaron los pretextos y se reclamó un nuevo Estatut, defensa del catalán, más competencias y más dinero y últimamente el derecho a decidir. La violencia no existía, comenzó a crearse un sentimiento de impotencia, convertido en resignación. Y, dicha frustración ha acabado en rabia, pensando una minoría que la violencia puede ser el camino para alcanzar lo que no se logró de manera pacifista. La inmensa mayoría de marchas, manifestaciones, huelgas y actos de desobediencia civil, después de conocer la sentencia del Tribunal Supremo sobre el "procés", han sido pacificas. Pero, en todas ellas coinciden dos factores: que se vulneran los derechos de los que no están de acuerdo…

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