La política tiene que ver con mejorar la calidad de vida de las personas, esa es la política buena, hacer política es transformar determinada realidad que vive o padece la sociedad. El político no debe estar al servicio de su propio ego o de su enriquecimiento personal, sino de un objetivo social. Los políticos encarnan lo que la sociedad busca, y es por eso que votamos a un determinado partido, esperando que sus reformas y alianzas consigan mejorar en suma la sociedad. Cuando el Congreso de Diputados es capaz de votar por unanimidad una ley, olvidando sus rencillas y desavenencias, se demuestra que cuando hay voluntad se puede. Y, se recupera el respeto a la política y en los políticos.
El 10 de octubre se ha aprobado por unanimidad de todas sus señorías la ley para la mejora de la calidad de vida de las personas con Esclerosis Lateral Amiotrófica. La ley ELA. Cuando Juan Carlos Unzué, portavoz de CONELA y paciente de Ela, acudió en febrero, se mostró muy decepcionado con la presencia de solo cinco Diputados en el Congreso durante la propuesta de aprobación, para luchar por una ley que garantizara unas condiciones de vida básicas para los enfermos de Ela. Los políticos apostaron por la política buena, siendo capaces de ponerse de acuerdo para favorecer a los enfermos y sus familias.
Se ha reconocido con esta ley Ela un derecho subjetivo, la supervisión y atención continuada especializada 24 horas, la tramitación urgente de las resoluciones de discapacidad y dependencia. La política ha puesto como protagonistas a los enfermos y a sus familias, porque ese es el objetivo de la política: mejorar la calidad de vida de las personas. Un ejemplo de que se pueden conseguir muchas cosas, devolviendo su significado original y su nobleza, cuando todos empujan en la misma dirección y hacen de la política buena, lo que debería ser siempre la política.
Es gratificante, que los políticos se olviden alguna vez de ser los protagonistas de la democracia, relegando a los ciudadanos a simples espectadores. Una política degradada por ambiciones personales: la vanidad, el narcisismo, el egocentrismo, la voz más alta, los insultos y la normalización de la mentira. Por suerte, la política no es así siempre, y a veces ante el monólogo, prefieren el diálogo; ante el grito, eligen escuchar; ante la polarización, optan por el encuentro; y ante el sectarismo, escogen la mediación. Bienvenida la ley Ela.