El articulo 13 de la Constitución española de 1812 decía: “El objeto del gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”. Pero, quienes nos gobiernan hacen caso omiso de dicho precepto y se mueven por la pasión del poder, por su falta de moral y de ética. Me refiero a esa casta de políticos que conciben el poder como un fin, olvidando que es un medio, donde todo vale para ellos. Que utilizan la mentira y la corrupción como una cultura, donde la falta de moral y de ética es lo normal. La sociedad, muchas veces, es cómplice, lo tolera y consiente, callando y siguiendo como si nada. Han logrado la impunidad, sean dictaduras tiránicas o democracias, lo que ha provocado que una parte de la ciudadanía, cada vez mayor, ha dejado de creer en la política y en los políticos. La sabiduría popular es sabia y atinada afirmando que: «Se dice el pecado pero no el pecador«. Pero, la política no es el pecado, pero si debemos decir algunos pecadores: Putin, Trump, Netanyahu, Xi Jinping, Kim Jong-un, Maduro, Milei, Obiang Nguema…
Moralidad significa integridad, honradez, lealtad, recto proceder, respetar los principios de la ética y la justicia. La inmoralidad, la falta de moralidad muchas veces se convierte en amoral, aunque lo inmoral es gobernar con unos principios morales negativos que son contrarios a los que predican como moralmente adecuados; mientras la amoralidad sencillamente es que no poseen conductas morales por las que regirse. Sean inmorales o amorales los que nos gobiernan, son insensibles a todo, donde la moral parece ser un elemento desechable, subordinado a intereses superiores, se desprecia o se subestima, porque en realidad nadie está decidido a anteponerla a su pasión del poder.
Es paradójico que la falta de moral de quienes nos gobiernan, muchas veces en las autarquías e incluso en algunas democracias, sea una cosa impuesta a la ciudadanía, donde se dictan los principios morales, un discurso moral exigente, mientras que en las sociedades donde sus gobernantes son más abiertos, no hay discursos oficiales acerca de la moral. Incluso es necesario un consenso moral mínimo a la hora de legitimar el poder. De eso, sabemos mucho en España, donde la oposición pone en duda la legitimidad del Gobierno de España, presidido por Pedro Sánchez.
Hay demasiado cinismo con la falta de moral y la hipocresía en la política, donde venden virtudes que nunca practican. La moral se subestima o se desprecia, todos la invocan pero nadie se la toma en serio. Putin sigue con la guerra de Ucrania. Trump con su guerra comercial de aranceles. Netanyahu con la guerra en Gaza y el genocidio a los palestinos. Y, la falta de respeto a los Derechos Humanos de Xi Jinping, Kim Jong-un, Maduro, Milei, Obiang Nguema… Donde el pragmatismo, se antepone a los principios morales y éticos, donde la falta de moral o inmoralidad es la costumbre, a la que nos hemos acostumbrado y que parece que casi nadie protesta, ni hace nada para solucionarlo.