Todas las personas deberíamos desde nuestro alcance combatir y denunciar cualquier acoso. Porque el que calla y no hace nada ante un acoso, es cómplice. Tú eres tú, y no debes permitir que nadie te cambie y menos a la fuerza. Una vez que has visto un acoso, no puedes actuar como si no lo supieras. Dicen que el suicidio es el acto más cobarde que alguien puede cometer. Lo que sí es un acto de cobardía es tratar a alguien tan mal para que quiera cometer un suicidio. El martes pasado se suicidó Sandra, una niña de 14 años que se quitó la vida por sufrir acoso escolar o bullying en el colegio de las Irlandesas Loreto en Sevilla.
Se investiga la inacción del colegio ante el presunto bullying a Sandra. Según su familia, la única medida que tomó el centro, después de ser informados con un informe psicológico de que la niña estaba recibiendo ayuda profesional, fue cambiar de clase a las presuntas acosadoras a petición de la madre de la adolescente. Pese al cambio de clase, el presunto acoso continuó porque seguían coincidiendo en los espacios comunes del colegio. Los abusadores odian a los demás, se enfrentan a los que consideran inferiores, cuando ellos son realmente los inferiores. No deberíamos tener miedo ante los acosadores, pero eso es fácil decirlo y muchas veces es imposible cumplirlo. Una persona que se suicida no quiere morir, simplemente quiere acabar con el sufrimiento del acoso.
El bullying se sufre casi siempre en silencio, los padres muchas veces no son conocedores de tal acoso escolar. Los compañeros y compañeras guardan también silencio, convirtiéndose en cómplices de los maltratadores, que los conocen pero no los denuncian. Y, se añade al bullying, el ciberbullying con las redes sociales, convirtiendo el acoso escolar en una herramienta de difusión y presión psicológica. Después está el centro escolar y el protocolo que tengan ante el maltrato psicológico, verbal o físico hacia un alumno o alumna producido por uno o más compañeros y compañeras de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado.
Los profesores están preparados para impartir contenidos curriculares, pero les falta muchas veces información y formación para prevenir, detectar e intervenir el bullying. Después está la inacción de la dirección del centro, que muchas veces no es capaz de detectar y de dar soluciones, que implica tomar decisiones: como cambio de clase, separación de los posibles maltratadores, comunicación a los padres, inspección educativa, servicios sociales… En definitiva, intentar gestionar la situación.
La Junta de Andalucía regula desde 2011 un protocolo específico para actuar ante casos de acoso escolar en los centros educativos sostenidos con fondos públicos. Según, la consejera andaluza de Desarrollo Educativo, María del Carmen Castillo, declaró este viernes, que la inspección ha constatado que el colegio Irlandesas Loreto solo aplicó el primer paso del protocolo antiacoso que es la comunicación. Pero, no se activó la intervención del equipo directivo, la notificación a la Inspección Educativa o la adopción de medidas de protección para la alumna. Está claro que algo falló.
Es una cuestión en la que es difícil opinar: en la que parece que nadie escucha, nadie ve, nadie denuncia el acoso. Donde algunos niños y niñas son capaces de superarlo y otros por desgracia no lo consiguen. Dificulta el que las víctimas no expliquen los casos de acoso a sus padres o a sus profesores, donde los compañeros y compañeras se convierten con su silencio en cómplices. Faltan más campañas de concienciación, como las que hay contra el acoso sexual y la violencia machista. Pero, sobre todo falta sensibilidad, prevención, investigación para proteger a unos niños y niñas que están indefensos. Ni la violencia en la familia, pertenecen al ámbito privado, ni la violencia en el sector educativo es un tema para mirar hacia otro lado. El acoso escolar es un problema de todas y de todos.