Los salvapatrias no protegen a la patria ni la preservan de peligro alguno, son los que intentan imponer un nuevo orden social, son ellos los que constituyen el riesgo o la amenaza. Los pueblos libres y democráticos no necesitan que nadie decida por ellos, los de 1936 y los del 2025 son los mismos. Hoy que rememoramos el 89 aniversario aniversario del golpe de Estado fracasado contra el gobierno legítimo de la II República, encabezado por un grupo de militares rebeldes liderados por Francisco Franco, que acabó en Guerra Civil y tras ella cuatro décadas de dictadura franquista. Un golpe de Estado y posterior guerra, resultado de la polarización entre la izquierda y la derecha, entre quienes apoyaban al gobierno republicano y aquellos que veían en él una amenaza para sus intereses. Los salvapatrias argumentaban que la República era incapaz de mantener el orden y que solo una intervención militar podría salvar a España del caos. Por suerte, el «ruido de sables» se ha desvanecido a lo largo de los años y tenemos menos posibilidades de un apoyo militar y de un golpe de Estado.
Los salvapatrias justificaron la guerra, después de un golpe de Estado fracasado, con la ayuda de los fascismos europeos y como claro preámbulo a la Segunda Guerra Mundial. Una guerra donde se planificaron matanzas en masa por el bando franquista, de los llamados “enemigos de España”, con la falta de apoyo internacional de las principales potencias. Donde ambos bandos cayeron en una lucha cainita. Una guerra cruenta y demasiado larga, en la que pudieron morir aproximadamente 500.000 personas, en una población española de 23,6 millones de habitantes en 1930. Una guerra que finalizó el 1 de abril de 1939, han transcurrido más de 86 años y aún quedan más de 100.000 personas desaparecidas, que fueron asesinados y no se entregó su cadáver a su familia, estando aún los restos en fosas comunes y en cunetas. Donde la memoria histórica sobre la Guerra Civil y la represión franquista ha sido siempre un tema complejo y polémico, con diferentes enfoques y grados de compromiso con la recuperación de la memoria, la búsqueda de desaparecidos y la reparación a las víctimas.
Se cumplen 89 años de la sublevación militar que acabó en la Guerra Civil Española. Donde el triunfo de los rebeldes acabó con la autoproclamación de Franco, el 1 de octubre de 1936, en Burgos, como jefe del Estado español, generalísimo de los ejércitos y caudillo de España. El franquismo supuso cuarenta años de dictadura, con una única visión de España, con represión, con falta de libertades y derechos. Que ahora, miembros de la extrema derecha, como Manuel Mariscal, vicesecretario de comunicación de Vox, afirma que: «No fue una etapa oscura» alabando su definición de la dictadura como un periodo «de reconstrucción, de progreso y de reconciliación para lograr la unidad nacional«. Una dictadura con la que sigue habiendo debates políticos, cuando la única realidad es que fue una persecución de las personas por sus ideas, creencias y falta de libertades. Que ahora muchos partidos se dedican a la construcción de una “desmemoria” del franquismo, blanqueándola como una nueva memoria.
Se quiso legitimar la dictadura con la paz franquista y la etapa de desarrollo económico, como consecuencia lógica de la victoria en la guerra y los años de franquismo. La libertad nos la cambiaron por la paz. Con la Ley de Amnistía de 1977, se buscó una ley del olvido, de facilitar la reconciliación nacional y la transición a la democracia. Una ley que sirvió de punto y final al franquismo, una decisión consensuada de evitar la justicia y de banalizar el golpe de Estado fracasado contra el gobierno legítimo de la II República y la posterior dictadura. Una forma de “reconciliación nacional”, en la cual no hubo un rechazo del franquismo y donde no se hizo justicia con los perdedores. 89 años después, esperemos que nunca se repitan, ni una guerra, ni una dictadura en España, aunque muchos aún no han aprendido la lección.