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Los políticos que votamos.

Las elecciones son uno de los pilares fundamentales de la democracia. Democracia es votar y aunque hay diferencias en la forma como cada país lo lleva cabo, los políticos que votamos son nuestros representantes. En España, el sistema electoral se basa en el método de listas cerradas, lo que significa que los partidos políticos presentan una lista de candidatos preestablecida y los votantes votamos por el partido en su conjunto, no por candidatos individuales. Aunque, el sistema de elección en el Senado los ciudadanos tenemos la capacidad de elegir directamente a los candidatos.

Los partidos políticos no son muy transparentes en sus procesos de selección de candidatos. Los ciudadanos no tenemos ninguna influencia. Los políticos que votamos, los desconocemos. Nos han acostumbrado a la disciplina de voto. Los ciudadanos llevamos nuestra idea preconcebida del partido al que vamos a votar. Nos da igual los representantes, votamos a una ideología. Excepto los cabezas de listas, que son más conocidos a través de las campañas electorales.

En una lista electoral, puede surgir un «garbanzo negro», pero como dice el refranero popular: «por un garbanzo no se descompone la olla». Los partidos políticos escogen sus candidatos y cuándo llegan al poder algunos tienen problemas de credibilidad en su gestión o de corrupción. Eso no significa, que el problema sea de la clase política en general, sino de unos casos concretos en particular.

Los políticos deben ser un referente, con el mismo rigor que se aplica a los intelectuales. Personas con pragmatismo y capacidad para extender puentes y llegar a consensos indispensables en democracia. Personas que la gente entiende y comparte, con un bagaje intelectual y cultural. Personas ejemplares, con liderazgo y vocación de servicio. Que tengan cortesía parlamentaria, con educación. Buenos gestores.

Pero, muchas veces los políticos que votamos no cumplen estos requisitos y nos planteamos, si realmente ? Nos merecemos a los políticos que votamos ? Cuestión ques crea descrédito y desafección en la ciudadanía. Por desgracia, si muchos de ellos, no estuvieran en las listas electorales, tendrían verdaderos problemas para encontrar un puesto de trabajo digno.

Todo esto no debería ser óbice para dejar de confiar en la democracia, ni en los partidos políticos, ni en nuestros políticos. Aunque, parece que muchos están interesados en el descrédito de la política, de sus políticos, de las instituciones y de la propia democracia.

A lo mejor, no nos merecemos a los que votamos o ellos no se merecen nuestro voto. Muchas culpa la tienen los partidos políticos, la crispación, la corrupción… Pero, nosotros también tenemos parte de culpa, la ciudadanía no puede limitarse solo a votar, debe exigir y pedir responsabilidades a los partidos políticos, por el bien de la política y la democracia.

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