Ayer martes, en una entrevista en la televisión pública, en el programa Café d’idees con Gemma Nierga, el presidente del Gobierno ha dicho de Ábalos, que: Que «una cosa es que tuviera una confianza política en él y otra cosa es que, desde el punto de vista personal, era un gran desconocido para mí».
No recordar no es mentir. Una persona que no recuerda simplemente sufre un fallo de memoria, falta de interés o despiste. Mientras que mentir implica un acto consciente de engañar. Muchos están convencidos de que Pedro Sánchez miente, que es un mentiroso, que cuenta una realidad falsa a partir de unas convicciones o de unos intereses personales.
Mentir es la ausencia de la verdad, es la falta de sinceridad, porque no es lo mismo decir que es verdad a que realmente lo sea. Cuando a Pedro Sánchez le han «brotado» personas de su círculo más cercano, con costumbres poco honestas y contrarias al respeto hacia las mujeres, se puede sospechar que no conoce las costumbres de las personas que le rodean o bien no está diciendo toda la verdad.
José Luis Ábalos fue uno de los fieles de Sánchez cuando fue expulsado como secretario general por el Comité Federal en 2016, alcanzó la Secretaría General del PSOE, lideró la moción de censura contra Mariano Rajoy con la corrupción como eje central del debate, que aupó a Sánchez a la Presidencia y, en consecuencia, a él como ministro de Fomento. Que «una cosa es que tuviera una confianza política en él y otra cosa es que, desde el punto de vista personal, era un gran desconocido para mí».
Le ha vuelto a pasar con Santos Cerdán, que en 2020 fue el presidente de la Fundación Pablo Iglesias, un año después, en 2021, fue nombrado secretario de Organización del PSOE, tomando el relevo de Ábalos. Se convirtió en uno de los principales estrategas del partido y el encargado de negociar con Junts per Catalunya, en 2023,el apoyo para la investidura de Sánchez.
Dice el presidente del Gobierno que es capaz de tener confianza política en una persona, sin conocerla desde el punto de vista personal, cosa que cuesta de creer. Podemos aceptar que es imposible recordar todo y mucho más de la agenda del secretario general del PSOE y presidente del Gobierno. Pero, un responsable no puede solo «confiar» en las personas que delega la gestión, tiene que tener los instrumentos de control para saber si lo que hace es correcto. No puede desentenderse de lo que hacen las personas de su confianza.
Si a nivel empresarial existe un control racional sobre los empleados y mandos que permite especificar qué debe realizarse, en qué orden, el período de tiempo y grado de precisión. En política debe de existir igualmente el control, porque la confianza no puede ser una puerta a la libertad y la autonomía de hacer lo que se quiera. Y, mucho menos con el dinero de todos y todas.
A un presidente del Gobierno no le basta con tener liderazgo estratégico, que sea un buen comunicador, que tome decisiones, que sea capaz de adaptarse a los cambios, que gestione el tiempo y las prioridades, que busque el consenso. También tiene que recordar, dar explicaciones, ofrecer transparencia y no basar la gestión de su Gobierno en la confianza política.
Cuando una manzana está podrida y después otra, hay que preguntarse en qué se ha fallado. La corrupción del PP fue el motivo de la moción de censura a Mariano Rajoy, el PSOE no ha aprendido que la corrupción no entiende de partidos y que tenía que haber puesto más medidas de control y menos confianza.
Tres supuestos «chorizos», no significa que el PSOE o el Gobierno de España sea corrupto y que su presidente sea un mentiroso. Pero, ocultar, no recordar, no saber es una forma de dar la razón a la antipolítica y a la extrema derecha. En las próximas elecciones generales, la ciudadanía tendrá en su voto, si confía en Pedro Sánchez o en la antipolítica.
