Solidaridad es un “deber social” de cada individuo frente a otro individuo o colectividad, es la facultad de unir el bienestar individual al bien común, superando la división humana. La insolidaridad es lo contrario. Es la negación de la presencia del otro, la indiferencia hacia los demás, la indiferencia hacia el otro. Insolidaridad frente a la guerra de Gaza, de Ucrania o de cualquier guerra. Insolidaridad frente al hambre, las injusticias sociales o con los menores migrantes que llegan a España o a cualquier país. En nuestro capitalismo, a los que no alcanzan el éxito se les llama «perdedores». Una excusa para responsabilizar a los pobres y desfavorecidos de su situación. Vivimos en un sistema social que se comercia con todo, en el cual nos protegemos de las guerras, del hambre, de las injusticias… Invertimos en armamento antes que en solidaridad, dejamos morir de hambre antes que repartir la riqueza, nos refugiamos en el consumismo, en la opulencia y en el hedonismo, olvidando que hay países en que sus habitantes tienen que huir, por desastres naturales, hambruna, pobreza extrema, cambio climático, por conflictos, por el régimen político… En definitiva, dejan todo para conservar la vida o la libertad.
Donde el individualismo y el egoísmo se convierten en un problema con la igualdad entre todos los seres humanos, donde la única preocupación es la felicidad personal. Olvidando temas como la igualdad, la dignidad y los derechos humanos universales. Donde en nuestra democracia, nos enseñan el respeto y la tolerancia por los diferentes, pero que no se aplica. Donde, la tendencia es hacer prevalecer los intereses individuales sobre los colectivos. El individuo egoísta alimenta una sociedad egoísta y la sociedad egoísta engendra individuos egoístas. Lo importante es el tener, la presunta libertad y la ilusoria independencia, viendo a los demás, a los diferentes, como un problema. Donde la extrema derecha está consiguiendo con su actitud xenofoba, que los migrantes y en especial los menores migrantes son los verdaderos culpables, desarrollando un conflicto permanente que cada vez cuenta con más adeptos.
España es la frontera sur de Europa, y como tal recibe la llegada de una gran número de población migrante y refugiada, principalmente a Canarias, Ceuta y Melilla. Los conocidos técnicamente como MENA son aquellos niños y adolescentes, menores de 18 años, de origen extranjero, que se encuentran separados de sus padres. El incremento de la llegada de menores a Canarias en los últimos años, ha terminado por colapsar la red de acogida del Archipiélago. Con la aprobación de la reforma de la Ley de Extranjería, el pasado 18 de marzo, se creo un sistema de reparto obligatorio de menores desde cualquier comunidad que se declare en emergencia humanitaria, que no ha funcionado hasta ahora. Este martes en Consejo de Ministros se aprobado un Real Decreto que establece el procedimiento del reparto de unos 3.000 jóvenes desde Canarias, Ceuta y Melilla a otras comunidades a partir del 28 de agosto.
Estamos ante la posibilidad de que las comunidades autónomas gobernadas por el Partido Popular no cumplan con esta ley, de obligado cumplimiento para todos, que se nieguen a reubicar a los menores migrantes. En una España que supera los 49 millones habitantes y la cuarta potencia económica de la UE, es un problema reubicar a 3.000 jóvenes. Está claro que es una cuestión de falta de solidaridad, negar la posibilidad de protección y acceso a oportunidades a estos menores en situación de vulnerabilidad. La inacción por parte del Gobierno de España y de todas las Comunidades Autónomas, ha demostrado la insolidaridad y la irresponsabilidad de toda la sociedad. El capitalismo alimenta la insolidaridad, el individualismo y el egoísmo. Mientras, la extrema derecha acentúa la desconfianza y la inseguridad enfermiza en los migrantes, como potenciales enemigos. En resumen, una sociedad donde la extrema derecha pide la cacería, deportación de los migrantes y enfrentamientos violentos.
Los seres humanos hemos sido capaces de avanzar en ideas y tecnología a lo largo de los siglos, pero seguimos cometiendo los mismos errores de siempre. A demasiados individuos les importa muy poco que haya guerras, catástrofes naturales, pandemias…, en otros países. Hay una parte de la sociedad, que no muestra apoyo incondicional a las causas ajenas, ni al genocidio de Gaza, ni a la guerra de Ucrania. Que prefieren antes la deportación que la reubicación de migrantes. Que hay partidos de derecha y extrema derecha que están ayudando a que sigan aumentando los crímenes de odio, como xenofobia, aporofobia o racismo. Donde tendremos que admitir, de una vez por todas, que cada vez somos menos solidarios y que más de un partido político se aprovechan de ello.