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Se nos olvidó luchar.

Se nos olvidó luchar en España y reivindicar nuestros derechos, demasiado tiempo sin luchar en las calles, sin presionar al poder. Envidia por los franceses y francesas, que son capaces de bloquear su país como medida de fuerza y de intentar no perder sus derechos. Hoy 10 de septiembre en Francia, es una protesta nacional contra el proyecto de presupuestos para 2026 que planeaba recortes por 44.000 millones de euros y suprimir dos días festivos, que ha provocado la caída del primer ministro, François Bayrou, el pasado lunes. Que ha sido sustituido por el titular de Defensa, Sébastien Lecornu, un hombre de confianza de Macron.

Con el lema de «Bloqueemos todo», hoy ha sido un día de movilizaciones sociales, siete días antes de un llamado a la huelga general para el 18 de septiembre, para expresar el hartazgo con las políticas liberales del presidente Macron, que llegó al poder en 2017, y pidiendo su dimisión. Una protesta que se parece al movimiento de los «chalecos amarillos» (2018-2019), que sacudió el primer mandato de Macron, impulsado por trabajadores, estudiantes, organizaciones sociales, políticas y sindicales. Francia se prepara para la huelga general del 18 de septiembre para seguir luchando.

En España, se nos olvidó luchar, ya casi nadie recuerda los movimientos obreros y estudiantiles durante el franquismo. La huelga general del 20 de junio de 1985, (convocada por CC.OO, CNT y USO) que fue la movilización obrera de la España democrática en contra de la reforma del gobierno de Felipe González: la legalización de las ETT, los contratos basura, ampliación de la jornada laboral, la reducción de la indemnización por despido, la reforma de pensiones… Una politica neoliberal del PSOE provocada por la adhesión al Tratado de Maastricht en 1992.

El alejamiento del Gobierno socialista de Felipe González de sus ideales supuso pérdidas de poder adquisitivo, despidos, y conflictos laborales. La huelga del 20 de junio de 1985, no consiguió tumbar la reforma, pero significó un antes y un después, que se repitió en la huelga general del 14 de diciembre de 1988.

La huelga es un derecho fundamental recogido en la Constitución Española de 1978, es el derecho a luchar, donde un porcentaje de ciudadanos y ciudadanas  están dispuestos a participar en ella, para que tenga un impacto significativo en la economía y en la sociedad.

Una huelga debe tener unos motivos justificados. En España, las centrales sindicales y la sociedad en general, han encontrado pocos motivos para la movilización en estos años: la huelga general del 27 de enero de 1994, las Marchas de la Dignidad el 22 de marzo en 2014 o las intensas protestas entre 2011 y 2015, con el 15-M. La huelga general de noviembre de 2012, por los recortes del Gobierno de Mariano Rajoy o la última huelga general en nuestro país que tuvo lugar el 8 de marzo de 2018 para defender los derechos de las mujeres.

Vivimos un período de crispación política, pero sin embargo hay paz social. Ninguna movilización reseñable, por parte de centrales sindicales para presionar a la patronal, por ejemplo en la reducción de jornada laboral que propone Yolanda Diaz. Las únicas movilizaciones han quedado en manos de la derecha, ultraderecha y el feminismo. Porque, incluso el independentismo catalán, parece que ha perdido sus ganas de luchar.

En Francia han sido capaces de unirse para luchar una composición heterogénea, desde la extrema derecha, la extrema izquierda, antiguos chalecos amarillos y gente sin ninguna ideología, para mostrar su descontento y sus ansias de cambio. Aquí en España, el descontento debe ser solo mediático, pero no real. La izquierda permanece sin movilizarse, incluso por temas tan humanitarios como el «no a la guerra» o el fin del genocidio en Gaza. La derecha y extrema derecha con su rancio españolismo, intentando atacar a Pedro Sánchez y su Gobierno. Pero, nada más, en España, no hay ganas de luchar. Envidia sana por los franceses y francesas.

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