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La revolución que necesita la izquierda.

La izquierda ha perdido la confianza en si misma, después de una crisis histórica, política, ideológica y de valores, que comenzó en el siglo XVIII con revoluciones como la francesa, la americana que acabó con la formación de los Estados Unidos, la industrial y finalmente la revolución soviética en 1920. Una izquierda que planteaba un desafío creíble en torno a la idea de un cambio profundo de estructuras económicas, políticas e institucionales. Que representó y apoyó a la clase obrera industrial.

La caída del muro de Berlín supuso la implantación de un modelo económico basado en la globalización y en la libertad económica. Con la caída del muro de Berlín cayó el contrapeso de las economías comunistas, y las políticas socialistas, que contribuyeron al estado de bienestar, marcando un fin de ciclo. Donde la socialdemocracia, basada en una profunda reforma keynesiana del capitalismo, perdió su esencia y buscó readaptarse al neoliberalismo triunfante.

La base de la izquierda, los votantes de los partidos socialistas y socialdemócratas dejó de ser la clase obrera y paso a ser la clase media. Se produjo la transición de ser industrial a la llamada economía del conocimiento. Un cambio tecnológico y de progreso social que se ha experimentado en todos los países. Los votantes actuales de la izquierda tienen otros intereses que los obreros industriales de finales del siglo XIX. La izquierda se ha quedado sin argumentos, con la única defensa del Estado de bienestar. Han aparecido temas como la globalización, el multiculturalismo y el libre flujo de personas y de mercancías. Los partidos de izquierda siempre estuvieron fundamentalmente a favor de la migración y a favor de los derechos de los migrantes, el feminismo, del medioambiente y cualquier  minoría en términos de igualdad. Pero, les falta una revolución ideológica y de actuación para un sector de la población, que fueron votantes de partidos de izquierdas, con problemas de paro, de sueldo, de vivienda…, que están decepcionados y buscan en la extrema derecha unas soluciones diferentes.

Las nuevas generaciones viven en condiciones peores que sus padres, se ha perdido un fin compartido por todos los grupos sociales: que los hijos tendrán un futuro mejor que el de sus padres. El resultado es que la juventud se acerca a los populismos de extrema derecha, mostrando incredulidad ante el sistema, las instituciones y la propia democracia. La izquierda unió clase, género y raza, teniendo como principios la igualdad y la libertad. Sin embargo, una parte de la sociedad no ha asumido que un trabajador tenga los mismos derechos que una mujer, un afroamericano o un homosexual. Y, la ultraderecha se aprovechado, atacando al feminismo, a la migración y a todas las minorías.

El problema de la izquierda es su incapacidad de proyectarse hacia el futuro, de conseguir una nueva revolución que atraiga a esa clase media que se disputa con la derecha y a una clase decepcionada, indignada y cabreada que prefiere votar antes a la extrema derecha que a la izquierda. La derecha populista se muestra como la alternativa al neoliberalismo. En Estados Unidos, Trump, ha ganado las elecciones como una alternativa al establishment neoliberal. Cuando la izquierda habla de sectores industriales que son contaminantes y de la preservación del planeta, muchos trabajadores se sienten atacados en las regiones desindustrializadas. La globalización, que prometía un paraíso del libre mercado capitalista a principios de los 90, ha creado paro y crisis en muchos países. La extrema derecha repitiendo el mensaje hasta la saciedad, se presentan a sí mismos como aquellos que se niegan a aceptar los dictados del capitalismo financiero, que el problema son los inmigrantes y el Islam como enemigo.

El comunismo y también el socialismo, con su socialdemocracia salieron derrotados del siglo XX. La izquierda no puede parecerse a la derecha, tiene que buscar una revolución, una ruptura con el capitalismo. La izquierda no debe ser parte del sistema neoliberal, tiene que ser otra alternativa diferente. Se olvidaron de la propiedad pública en la economía, de la redistribución significativa de la riqueza, del Estado de bienestar… En todos los países del mundo, se han acabado las distintas variantes de la izquierda, desde el comunismo a la socialdemocracia, donde la derecha y su populismo están gobernando. España se ha convertido en un reducto de la izquierda, que es muy poco de izquierdas. Sin embargo los radicalismos tampoco funcionan en la izquierda, porque vivimos en un entorno dominado por poderosos intereses económicos, que dominan la política, la economía y la justicia gracias a la corrupción. Quizás, la izquierda ha muerto y ya no le hace falta ninguna revolución.

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