Tierra quemada no tiene nada que ver con los incendios forestales de este verano, aunque su origen provenga de la práctica de quemar los campos de cereales durante las guerras y conflictos en la Antigüedad. La «política de tierra quemada» alude a la táctica militar de destruir absolutamente todo: los medios y la moral, para destruir totalmente al enemigo. La derecha española optó por una estrategia de tierra quemada y ruido, desde el 1 de junio de 2018, en que Pedro Sánchez fue investido presidente del Gobierno en el Congreso de los Diputados por mayoría absoluta, después de la moción de censura del Grupo Socialista al Ejecutivo de Mariano Rajoy. La guerra no ha consistido en esperar a derrotarlo democráticamente en las urnas, se han utilizado todos los medios para intentar destruirlo.
No es defender la gestión de Sánchez, ni mucho menos. Fue el primer presidente en llegar a la Moncloa por una moción de censura en junio de 2018, repitió en enero de 2020, tras ganar las elecciones y en 2023, fue investido por tercera vez por mayoría absoluta en el Congreso. La derecha se ha enrocado en no reconocer sus victorias electorales, su derecho a buscar apoyos para conseguir la mayoría parlamentaria y su legitimidad como presidente del Gobierno. La derecha se negó a admitir la derrota y optó por una política de tierra quemada: criticando los pactos con partidos independentistas; la amnistía supuestamente inconstitucional; la corrupción política y familiar; la gestión de la DANA y los incendios… Todo lo que pasa de malo, es culpa de Sánchez.
La entrevista de Pedro Sánchez en TVE, este lunes, ha dejado titulares sobre los presuntos casos de corrupción en el PSOE y en su familia, la crisis migratoria, la emergencia climática, el fiscal general del Estado, los Presupuestos Generales del Estado (PGE), el papel internacional de España y la proliferación de la extrema derecha. Haciendo un llamamiento para cesar en los insultos y los descalificativos. El presidente afirma que «hay jueces haciendo política y políticos que tratan de hacer justicia«, lo que hace un «daño terrible» al poder judicial. Pedro Sánchez no admite su responsabilidad como presidente del Gobierno y secretario general del PSOE de los casos de corrupción: no tenía conocimiento de «ningún acto de corrupción». Que presentará los Presupuestos Generales del Estado (PGE) y si no logra su aprobación, ha dejado claro que va a continuar al frente del Gobierno. Ha defendido en la entrevista el papel de España en la política internacional y su apoyo al pueblo palestino. Algunos habrán creído sus afirmaciones, otros se mostrarán en desacuerdo, y todo esto es lícito en una democracia. Son los españoles y españolas, los que tendrán en las próximas elecciones, la capacidad de poder escoger entre la continuidad o el cambio.
La derecha tiene más argumentos para su guerra de tierra quemada, como dice Feijóo en X: «Sánchez ha ido a la televisión pública a descalificar a jueces que investigan a los suyos y a contarnos que podría seguir sin aprobar presupuestos por tercera vez porque es mucho mejor que convocar elecciones» Vivimos en tiempos de tierra quemada: por los incendios, por el genocidio de Israel en Gaza, por la guerra de Ucrania, por todos los que tienen que abandonar sus casas, por el odio hacia los diferentes… No hay nada tan desolador, ni triste como ver la destrucción, la confrontación y el odio de un país, resumido en esta frase, del pasado sábado de Santiago Abascal en X, sobre el Open Arms: «Meterte en la cárcel es lo único más urgente que hundir a los barcos de la invasión islamista» Esa es la política de tierra quemada de la derecha y extrema derecha española: destruir totalmente al enemigo.