La lateralidad es “la preferencia del uso más frecuente y efectivo de una mitad lateral del cuerpo frente a la otra”. Existe una lateralidad morfológica que se manifiesta en respuestas espontáneas y otra funcional o instrumental que se construye con el aprendizaje. Eso mismo pasa con la lateralidad política, podemos ser de derechas por haber nacido, crecido o estudiado en un ambiente conservador o ser de izquierdas por haber estado en un ambiente más progresistas. También los hay que cambian por un cambio en sus convicciones anteriores.
En el cerebro tenemos dos hemisferios cerebrales, cada uno a izquierda y derecha, que son distintos a nivel celular y se encargan de procesos distintos. Donde el hemisferio derecho es más analítico y metódico, mientras que el derecho es más creativo y emocional. A pesar de sus diferencias, las dos mitades funcionan de manera diferente, trabajan juntas y se complementan entre sí. Nuestro cerebro humano se reorganiza constantemente, se adapta al cambio: a la conducta aprendida, la cultura, los hábitos, etc., sea físico o a través de las experiencias de la vida.
Desde niños, todos tenemos una lateralidad predominante, si nuestra mano derecha es la dominante no denominamos diestros, si es la izquierda zurdos y los menos que son los que utilizan ambas manos, ambidiestros. Hemos aceptado socialmente a los diestros. Teniendo más problemas los zurdos con la mayoría de los accesorios, utensilios, y demás cosas, que están hechas para las personas diestras. Hasta en la lateralidad parece que está mejor visto utilizar la derecha, aunque hay personas que su mano derecha es la dominante, pero ocurre lo contrario con sus ojos o sus piernas. Es lo que se conoce como lateralidad cruzada.
En política la lateralidad hasta ahora parecía estar asociada al entorno y al aprendizaje, si eres de un barrio obrero, normalmente la ideología es de izquierdas, mientras si vives en un entorno acomodado, la ideología es más conservadora. Por supuesto, cuando generalizamos corremos el riesgo de equivocarnos. Si eres joven tus tendencias son más progresistas y los mayores son más conservadores. En la mayoría de casos se cumplía estas premisas. Pero, es curioso, que ahora la extrema derecha recoja votos en los barrios menos favorecidos, en las clases trabajadoras, en el entorno rural y entre los jóvenes.
No es un problema del sistema de conexiones entre neuronas, simplemente la izquierda no ha sabido ofrecer lo que se demanda, la lateralidad ya no viene determinada sólo por la genética, el aprendizaje o el entorno, viene de mano una extrema derecha, que vende lo que las personas quieren escuchar. Es cuando se da esa lateralidad cruzada, entre los que votaron en su día al PSOE, Podemos o Sumar, ahora se refugian en la abstención o en el voto a la ultraderecha. Donde más que una lateralidad cruzada es una lateralidad forzada por su situación económica, el descreimiento y la fatiga política.
El estallido de la crisis financiera de 2008 y su traslado a la esfera política y social con el 15-M fue un momento en que una parte de la ciudadanía salieron a protestar y reivindicaron un cambio político. Tras una crisis sanitaria con consecuencias económicas y sociales, la sociedad dejó de tener esperanzas y de movilizarse. Los indignados actuales ven a la extrema derecha como una ventana de oportunidad, en una lateralidad cruzada muy peligrosa, saliendo a las calles con lemas, saludos y banderas fascistas, creyendo que la extrema derecha será capaz de ofrecerles el bienestar que les falta.
La extrema derecha ha sido capaz de adoptar la misma estrategia que la izquierda radical, una narrativa anti-establishment, pero apoyada en un discurso de amenaza con relación a la inmigración, en la corrupción, la inseguridad, el trabajo, la vivienda… Han sabido aprovechar un contexto de incertidumbre política, social, laboral, nacional hacer un discurso para todos: de derecha y de izquierda, ricos y pobres, jóvenes y mayores. Donde su discurso de polarización y de insatisfacción hacia el Gobierno de España y contra la «derecha cobarde» del PP, va calando poco a poco. Las encuestas pronostican el aumento del voto de la ultraderecha en las próximas elecciones autonómicas en Extremadura y a nivel nacional. Donde Abascal ha pasado de ser el líder menos valorado a ser el más valorado después de Pedro Sánchez. Cada vez son más los que sufren una lateralidad equivocada.
