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La hambruna como arma de guerra de Israel.

Israel continúa bombardeando y con fuego de artillería la Franja de Gaza, más de 60.000 palestinos han muerto desde el comienzo de este genocidio. Se añade la hambruna provocada por Israel y su bloqueo a una entrada completa de ayuda que está matando a civiles palestinos. El Ministerio de Salud gazatí ha reportado que otras 15 personas, entre ellos cuatro niños, han muerto en 24 horas por desnutrición. El «hacer padecer hambre a la población civil» como arma de guerra, es una violación grave de las leyes y costumbres de guerra, prohibida en el Derecho Internacional Humanitario (DIH). El hambre está tipificada como un crimen de guerra desde 1949 cuando se aprobó la Convención de Ginebra, tras la Segunda Guerra Mundial. Utilizando el hambre como método de guerra, con carácter de guerra total. Israel no se conforma con matar a tiros y con bombas, utiliza las más graves carencias del ser humano como son el hambre, la sed, la desnutrición, las enfermedades y epidemias, la falta de techo y abrigo y la desprotección frente a los elementos y fuerzas de la naturaleza, para lograr propósitos militares.

La utilización del hambre como método de guerra, cuando se aplica en conflictos como el gazatí, termina siendo un método indiscriminado pues afecta tanto combatientes y no combatientes. Porque es una guerra irregular, donde los combatientes conviven con la población civil, lo que implica que los ataques mediante el hambre alcanzarán a toda la población. La hambruna inducida como arma de guerra, mata más que las balas. El hambre es un método muy antiguo, muy efectivo y muy barato que complementa las batallas que se ganan con las balas, que se remonta a los asedios o sitios de ciudades a lo largo de la historia. Se puede hacer de muchas maneras: bombardeando las vías de abastecimiento de alimentos o simplemente dejando entrar la ayuda humanitaria. El hambre no es inocente y puede ser más silencioso y más efectivo que un bombardeo. Se puede hacer un genocidio sin necesidad de balas, como hizo Joseph Stalin, en los años 1932 y 33, durante la colectivización de la Unión Soviética, lo que se llamó el «Holodomor», es decir, una hambruna artificial que causó la muerte de entre 1,5 y cuatro millones de ucranianos, para reprimir las protestas antisoviéticas. Incluso nosotros los españoles, sabemos que el hambre provocó tantas bajas en la retaguardia, castigada sin piedad por los prolongados cortes de suministros.

La población palestina ha empezado a morir de hambre, un hambre provocada por las partes implicadas en el conflicto que están prohibiendo la llegada de provisiones a las zonas más afectadas, y que está siendo utilizada como un arma de guerra. La hambruna se ha convertido en una trágica realidad en la Franja de Gaza. Niños y niñas que sufren malnutrición aguda, que si no se hace nada urgente, muchos de ellos morirán. Donde la respuesta por parte de la comunidad internacional, ha sido la inacción o la indiferencia, a pesar de los esfuerzos de diferentes agencias y organizaciones internacionales. No han dispuesto los recursos financieros, ni los vetos a Israel, ni las garantías de seguridad necesarias para poder afrontar el reto humanitario.

La Franja de Gaza necesita acabar con este genocidio, en el que los dirigentes mundiales, los parlamentos, las Naciones Unidas y la ciudadanía en general deben exigir la apertura de corredores humanitarios, la entrada de alimentos y medicamentos, el levantamiento del bloqueo y el inicio de una investigación internacional sobre los crímenes de guerra, entre ellos el uso de la hambruna como táctica militar y de limpieza étnica. Un grupo de más de 25 países ha emitido un comunicado conjunto de condena por las «horribles» muertes y ha exigido a Israel que ponga fin a la guerra y al sufrimiento de la población civil en Gaza. Exigiendo que el gobierno israelí permita la asistencia humanitaria esencial a la población civil y que cumpla con sus obligaciones en virtud del derecho internacional humanitario. Los firmantes hacen un llamado a todos los involucrados en el conflicto para rechazar las propuestas de trasladar a la población palestina a «una ciudad humanitaria», que no dejará de ser un campo de refugiados, en otro tiempo, de concentración.

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