Hace 22 años, el 15 de febrero de 2003, la ciudadanía española y de medio mundo salieron a la calle en más de 800 ciudades del mundo, para denunciar la guerra de Irak y corear una única consigna: «No a la guerra». El 15F fue la protesta antiguerra más grande de la historia y demostró la capacidad de la ciudadanía para llevar a cabo acciones coordinadas con un fuerte impacto mediático, político y social. Este fin de semana, la ciudadanía ha salido de nuevo a las calles para exigir el fin de la guerra y el genocidio en la Franja de Gaza, el boicot y la ruptura de relaciones con Israel y la liberación de los voluntarios de la Global Sumud Flotilla secuestrados por Israel.
Aunque parezca que la sociedad esté aletargada, dormida, ignorando la realidad que nos rodea… La ciudadanía está despierta. Y, a veces como si fuera un resorte, reacciona y le dice a la clase política, a la displicencia de la comunidad internacional que tiene que hacer algo. No quiero hacer demagogia, ni decir que lo que diga la ciudadanía en las calles y en las redes sociales, tiene más importancia que las decisiones de nuestros gobernantes. Pero, cuando no se hace nada para que se pare el genocidio de Israel, la ciudadanía está en todo su derecho de reclamar y de llamar la atención, para intentar buscar una solución.
El «no a la guerra» de Irak fue un movilizador social y un acelerador de la retirada de las tropas extranjeras de Irak, con la falsa justificación de que poseía armas de destrucción masiva. Los argumentos para justificar el ataque Irak, tuvo un precio político para los gobiernos de George W. Bush, Tony Blair o Aznar. Ocho años después, en España, surgió el 15-M. De nuevo, la ciudadanía indignada en España por la gran recesión económica y recortes de 2008, cuestionó todo el sistema: política, economía, paro, desahucios, recortes y corrupción. Algo cambió en la sociedad y en la política, aunque no lo suficiente.
La ciudadanía parece que no reacciona en el terreno social, con problemas de pobreza, desigualdad, falta de oportunidades, precariedad, vivienda… Incluso hay momentos en que la sociedad se cree las propuestas populistas, simplistas a veces y descabelladas de la extrema derecha. Hace dos semanas la protesta de la ciudadanía en la Vuelta ciclista que impidió el final de la última etapa, fue un foco de atención. Detonantes como el asalto pirata a la Global Sumud Flotilla por parte de Israel, el hecho que en dos años se haya asesinado a más de 67.ooo gazatíes o la apatía en la comunidad internacional de hacer algo. Todo esto ha despertado definitivamente a esa ciudadanía apoltronada y comodona que no se implica normalmente.
Esperemos que esta salida de la ciudadanía a las calles, deje en evidencia a la clase dirigente, en su renuncia a sus responsabilidades. Sirva para definir las consecuencias y que se encarguen los tribunales internacionales de la asunción de responsabilidades. Que los errores políticos se diluciden en las urnas. Que se busque un plan de paz, que quizás no será el propuesto por Trump, pero que permita acabar con este genocidio y acabe con la creación de los dos Estados: Palestina e Israel.