El militarismo es el conjunto de ideas, valores, posiciones que consideran justificable o necesario el uso de las armas para imponer la resolución de los conflictos mediante el uso de la fuerza militar. Gastar en armas va en detrimento del desarrollo del Estado del bienestar: la salud, la educación, la vivienda y del desarrollo del tejido social. Ante esto, solo nos queda adoptar políticas antimilitaristas, contra las guerras, la venta de armas y el aumento de gasto militar. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, compareció ayer en el Congreso de los Diputados, anunciando un incremento en el gasto en defensa. Sin precisar ni la cuantía exacta ni los mecanismos de financiación, pero asegurando que no se verá afectado el gasto social. Sin encontrar consenso con el resto de fuerzas parlamentarias.
Ante Rusia y Estados Unidos, máximos exponentes del militarismo y militarización, Europa se enfrenta a la perspectiva, antes impensable, de defenderse en un posible conflicto futuro sin la ayuda de Estados Unidos, aunque siga comprometido con la OTAN, pero exigiendo a sus aliados que aumenten el presupuesto de gasto militar. Ninguna de las principales economías, Alemania, Francia e Italia, llegan al 2% del PBI sugerido por la OTAN. Europa fue escenario de las dos guerras más grandes de la historia y ahora en las fronteras de la Unión Europea, llevamos tres años de guerra en Ucrania. El presidente estadounidense Donald Trump negocia la paz en Ucrania con Rusia y sin Europa. Al final, se abre una realidad, que Estados Unidos se apodere de los recursos de Ucrania, que Rusia se anexione los territorios arrebatados a Ucrania, que Estados Unidos amenace directamente a Dinamarca con quedarse Groenlandia o se quede con Gaza. Y, que China invada Taiwán.
Parece, que el orden mundial se está acabando, con unos Estados Unidos que siguen siendo la principal potencia mundial y todavía económica y tecnológica, pero, no podemos olvidarnos de China, ni por supuesto de Rusia. La guerra de Gaza que es consecuencia de la política estadounidense, ignorando las intenciones de Israel de anexionarse el territorio palestino y privar a la población local de su derecho a la autodeterminación. Con las dudas sobre la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que sigue demostrando una constante ineficacia. Mientras tanto, Europa necesita garantías reales de seguridad, en un mundo que domina «la ley del más fuerte».
En un mundo imperialista, donde las organizaciones internacionales son débiles, Europa solo puede optar por el foco en defensa y seguridad, para equilibrarse con las tropas de Estados Unidos y poderse defender de Rusia como amenaza. El militarismo supone mayor gasto de defensa, sea dentro de la OTAN o como UE, pero eso siempre supondrá una pérdida de oportunidad para el desarrollo del Estado del bienestar. Los europeos y los españoles tendrán que escoger si quieren aumentar el gasto de defensa para convertir a la UE en una potencia mundial para evitar posibles conflictos y sin depender de Estados Unidos para su seguridad.
España como miembro de la OTAN y de la UE tiene la responsabilidad de defensa colectiva, lo que significa que si un aliado de la OTAN o de la UE es atacado, los demás Estados miembros le deberán ayuda y asistencia con todos los medios a su alcance. Ser europeo tiene sus obligaciones con el resto, aunque queramos adoptar políticas antimilitaristas, contra las guerras, la venta de armas y el aumento de gasto militar. Las fuerzas progresistas deberán tener claro que ser europeo tiene un coste y por desgracia cualquier decisión a nivel europeo nos afecta y nos implica.
Los españoles somos en general antimilitaristas, no sentimos desde un punto de vista egoísta una amenaza en el entorno mediterráneo y europeo, Para nosotros el ejército se ha convertido en una herramienta para llevar a cabo acciones de emergencia frente a catástrofes naturales y en situaciones como la pandemia. La principal misión del ejército es dar apoyo fuera de las fronteras españolas a los compromisos adquiridos con la OTAN, la UE o la ONU. España no necesita aumentar su gasto militar por sus necesidades e incluso nos podríamos plantear una reducción de plantilla y de capacidades armamentísticas. Pero, eso casi nadie se lo planteas, por temas de seguridad.
Podemos mantener unas posturas antimilitaristas, no querer aumentar los gastos militares, dejar de pertenecer a la OTAN, incluso podemos salir de la Unión Europea. Nos podemos negar incluso a que si un Estado miembro es objeto de una agresión armada en su territorio, nosotros nos podemos negar a prestarle ayuda y asistencia con los medios a nuestro alcance. Y, quizás no fuera lo más solidario. España es parte de Europa y debemos aceptar cosas que quizás no estén dentro de nuestros ideales o convertirnos de nuevo en una autarquía.
La responsabilidad de nuestros gobiernos es que independientemente de tener que subir las aportaciones al gasto militar, no se rebaje el Estado del bienestar. Cosa que es complicada de conseguir, cuando parece más prioritario aportar en seguridad y en guerras, que en necesidades sociales. Vivir en un entorno, familiar o social, supone una voluntad y ánimo de ayudar a los demás. No podemos olvidarnos de la solidaridad, hacia Ucrania, hacía los países limítrofes con Rusia. Ser solidarios es tener un gesto acertado hacia los demás, aunque suponga un aumento del gasto militar y esté fuera de mis ideales. La eterna contradicción entre lo que se piensa y lo que se debe hacer.
La contradicción, como el camino hacia una verdad que siempre podrá ser cuestionada a través de otra contradicción. No me atrevo a decir no al aumento del gasto militar. No estoy dispuesto a que la sociedad pierda en el Estado del bienestar. No me gustan muchas cosas, pero yo solo no soy capaz de cambiarlas, ni siquiera sé si estoy equivocado o acertado en mis convicciones. No me gustaría emplear la fuerza para defender. Pero, me parece insolidario que no hagamos nada como sociedad, en Ucrania, en Gaza o en tantos países que sufren la opresión, la desigualdad y la violencia.